SHEMOT (ÉXODO) 18:1 – 20:23

La porción de esta semana nos narra que el Eterno ordena que el pueblo dé ofrenda para la construcción del tabernáculo. No se da una cifra estándar para cada israelita, sino lo que cada uno, de acuerdo su capacidad y voluntad, quiera dar. También nos muestra las instrucciones de cómo se debe realizar la labor, cosa por cosa, implemento por implemento, cada material que se debe utilizar y cómo utilizar, para que al final se dé el resultado esperado.
De este pasaje podemos extraer varias enseñanzas:
Lo primero que podemos aprender es la generosidad de Di-s, pues Él no nos va a pedir algo que antes no nos hubiera dado. Así es que cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, no salió con las manos vacías, al contrario, salieron con riqueza, ganado, joyas, pieles, telas, etc. Y de esto mismo que el Eterno les proveyó, solicitó el aporte para la construcción del Santuario. Esto nos enseña que no podemos retener nuestra mano para bendecir a nuestro prójimo, no podemos hacer oídos sordos para aportar para la expansión de la palabra de Di-s, no podemos ser indiferentes con los más necesitados, es decir, no tenemos excusa para no ser generosos, pues el Eterno, que es bueno, lo ha sido primero con nosotros.
También podemos aprender que, aunque la ofrenda que se recogió era para hacer el santuario, en donde residiría el Eterno, como está escrito “Harán un santuario para Mí y yo residiré entre ellos” (Exodo 25:8), ¿cómo podemos entender este versículo?, ya que el rey Salomón cuando construyó el primer templo afirmó “Pero ¿es verdad que Di-s morará en la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (1 Reyes 8:27). Y esto es lo real, el Eterno no pude residir en una casa, templo, sinagoga, iglesia, etc. Este era un símbolo, era un sitio donde se manifestaría la presencia de Di-s en medio del campamento si Israel cumplía con su parte, con observar los mandamientos y servir de corazón. Es decir, el Eterno habitaría en el corazón de cada una de las personas, en aquellas que decidieron servirle. Es por eso que cuando Israel pecaba, la manifestación gloriosa de nuestro Di-s se alejaba. Ahora bien, pensemos como está nuestro santuario, el apóstol Shaúl de Tarso (el apóstol Pablo) nos enseña que nosotros somos templo del Espíritu de Santidad, ¿estaremos convencidos que hoy el Eterno mora en nosotros? Vale la pena mirar este punto.
Por último, y para responder la pregunta anterior, podemos aprender que el Eterno en esta parashá le muestra a Moisés como debe realizar el santuario, los materiales que debe usar y como debe usarlos. Así mismo, Él nos ha entregado la Torá, que es el manual de instrucciones, para que podamos ir construyendo el santuario, nuestro santuario, ¿y cómo lo vamos a hacer?, lo haremos primero pidiendo la dirección del Eterno, Él ha enviado el Espíritu de Santidad para que cuando nos acerquemos a las escrituras podamos entender cuál es Su voluntad para nuestra vida. Segundo, el estudio de la Torá no es de interpretación privada, debe estudiarse de mano de un buen maestro, de alguien que pueda trazar las escrituras con una visión hebraica, que entienda lo que quiere el Eterno. Y por último, debemos aplicar lo que hemos aprendido a nuestra vida, no con la finalidad de cumplir mandamientos sin entendimiento, sino con amor por nuestro Di-s, pues entenderemos que lo que Él ha mandado es lo que bueno para nuestra vida y nuestra sociedad, solo así entenderemos el concepto de Di-s entre nosotros.
¡Shabat Shalom!