BERESHIT (GÉNESIS) 32:4 – 36:43

Luego de que nuestro padre Iaakov pasara por una gran travesía, primero estudiando en la Ieshiva de Shem y Ever (Rashi 25:17), más adelante en Canaán (que más adelante se llamará Israel) en donde toma la primogenitura de su padre Isaac -lo que hace enojar a su hermano-, y por consejo de su madre sale para Harán, donde el Eterno guía y guarda su camino, dándole amor, hijos y bienes, fue el tiempo de volver a la casa de su padre; y es aquí donde nos situamos en este parashá.
Sabiendo Iaakov que su hermano tenía rencor hacia él, fue sabio al enviar presentes para ofrecer a su hermano, y así apaciguar su ira, además de orar al Eterno y recordarle su promesa; que pondría su simiente como arena del mar (Bereshit 32:4). Lo que debemos aprender cuando nos encontremos en una situación similar, es dar presentes y buscar apaciguar o resolver los problemas con los demás y, lo más importante, orar al Eterno reconociendo nuestra debilidad y necesidad de Él, y declarando su palabra de bendición para sus hijos; solo así hallaremos la gracia delante Hashem y de los hombres.
Luego Iaakov, en camino con su familia, se queda por un momento solo y un Malaj que toma forma de varón lucha contra él. Este Malaj es misterioso, algunos sabios nos dicen que es el Ángel de Esav -su hermano-, y otros nos dicen que es Mijael, el Ángel guardián de Israel. Pero de lo podemos estar seguros es de que este Malaj marca un antes y un después en la vida de Iaakov y de la humanidad, pues, luego de batallar hasta rayar el alba y el Angel no poder vencerlo, siendo ya el tiempo de su cambio de jornada (puesto que los ángeles tienen jornadas para estar en la tierra como los ángeles que vienen y nos acompañan en Shabat, estos que también ya había visto Iaakov subir y bajar del cielo en una escalera), el Ángel le dice “suéltame”, y Iaakov le contesta “no te soltare hasta que me bendigas”, entonces el Malaj cambia su nombre a Israel, porque ha luchado con los jueces del Eterno y con los hombres y ha vencido.
Aprendamos esta lección; como pueblo de Israel no podemos darnos por vencidos, instar a tiempo y fuera de tiempo, mostrar al Eterno nuestro fervor y anhelo por servirle y no soltarlo hasta recibir su bendición.
¡Shabat Shalom!